¿ES POSIBLE QUE LA LITERATURA NARRATIVA APOYE EL APRENDIZAJE COOPERATIVO PARA CREATIVIDAD E INNOVACIÓN EMPRESARIAL?
En
este sendero de promoción de la Innovación y Creatividad Empresarial hemos
logrado apropiado soporte en la preparación y análisis de cuentos creativos
aplicados a temas económicos y administrativos, para facilitar su comprensión
por parte de nuestros (as) estudiantes.
Esta
orientación la hemos mencionado en el presente blog desde el mes de noviembre
de 2012 en el artículo que se puede observar en el enlace http://sicreaempresa.blogspot.com/2012/11/apoyo-de-la-creatividad-en-literatura.html
y en
entregas posteriores en las que incluimos algunos cuentos de nuestro libro
“Instantes creativos en varias vidas”
Indicamos
esto a nuestros (as) amigos (as) del grupo de INNOVACION DOCENTE LinkedIn) con
referencia a la necesidad de hacer llegar los conceptos y prácticas del APRENDIZAJE COOPERATIVO hasta la educación a
nivel universitario, en donde pueden lograrse también muy buenos resultados.
En nuestro
caso lo hemos aplicado en cursos de Innovación y Creatividad Empresarial en
ámbitos de Maestrías, por medio de la utilización de lecturas compartidas de
textos relacionados con estos tópicos que se entregan a cada estudiante al
iniciarse el curso, pidiéndoles luego la presentación de resúmenes que se van analizando
en grupos de alumnos con orientación del docente. Son como especies de círculos
literarios o de lectura, haciendo que los estudiantes trabajen en equipo dentro
de los enfoques del aprendizaje cooperativo.
Los
resultados obtenidos en más de quince cursos dirigidos en varios años han sido
muy positivos y bien evaluados por los estudiantes.
Como
mencionamos al comienzo de este artículo, el trabajo educativo innovador se complementó
en 2012 y 2013 con la presentación de cuentos creativos para el entendimiento
de temas empresariales, económicos y administrativos que estamos elaborando
dentro de orientación de literatura narrativa. Sobre el particular hemos
encontrado algunas fábulas empresariales y cuentos relacionados, que hemos
creído conveniente tomar como referencia, pero dejar transitoriamente de lado
para diseñar nuestros propios casos.
Como
escribimos en el texto mencionado al aplicar bases de creatividad, se trata de
ejercitar el hemisferio derecho del cerebro, describiendo situaciones que
sirvan de referencia al lector para que de completa libertad y rienda suelta a
su imaginación, para plantear y analizar situaciones totalmente inesperadas.
Parte
de la creatividad se basa en el rompimiento de los tradicionales paradigmas que
orientan a la vida diaria de las comunidades y en buscar soluciones, muchas
veces graciosas, por medio del ejercicio del ingenio y de la perspicacia, dando
giros diferentes a escenarios que habitualmente nos rodean y que pueden
finalizar de muchas formas, como las entiendan los lectores.
Además
de servirnos como puntos de acción para seguir conversando en nuestras
cátedras, estas reflexiones nos permiten salir de la camisa de fuerza
tradicional que nos encierra en el delicioso, pero a veces aburrido, terreno de
lo clásico.
Muestro
en el presente artículo otro ejemplo de cuento, mezcla de orientaciones de
realismo, fantasía, maravilla y ciencia ficción, que en esta unión de
creatividad me sirven para ilustrar un problema que se sigue viviendo en
nuestras sociedades y en especial por estas épocas de fiestas que acabamos de
vivir con el cambio de año.
¿Cuál
problema será? Dejo al análisis de los lectores del blog este interrogante,
esperando como siempre, sus valiosos comentarios a mis direcciones electrónicas
o a los enlaces del blog o del grupo de INNOVACION DOCENTE.
Este es un
tema de lectura para estos días de comienzo del 2014, año que esperamos sea de grandes logros en todos los campos.
¿CÓMO
ES LA LEY DE LOS RENDIMIENTOS DECRECIENTES?
(Parte del libro "Instantes creativos en varias vidas" de Héctor Horacio Murcia Cabra (2011, Editorial Produmedios, Colombia)
Estudiantes
de Economía y Administración de varias épocas.
En su cama de hospital abre sus ojos de repente el
profesor J. E. Izquierdo y se encuentra rodeado por muchos tubos, algunos de
los cuales penetran sus brazos y son receptáculos de incesantes gotas que
descienden de frascos volteados que se ven colgando a ambos lados de su lecho.
Trata de recordar las situaciones que lo trajeron
hasta este estado y vagamente empieza a recordar que fue víctima de una
profunda depresión que lo llevó a buscar
ansiosamente salir de este mundo, para no dejarse alcanzar de los crecientes
remordimientos que laceran su mente, como producto de diversos hechos que le
ocurrieron recientemente y que parecen retumbar en su curtido cerebro de
docente de las ciencias económicas. Sufre al pensar que muy probablemente ya no
llegará a emular a su admirado J. E. Stiglitz y que ya no podrá ganar como él
un premio Nobel de Economía como fruto de la aplicación de múltiples teorías de
estas disciplinas a la realidad de su país y del acrecentamiento del acervo de
conocimientos sobre la materia.
No obstante, comprueba con tristeza que en su
condición actual es reflejo de aquellos principios que bajo el nombre de la ley
de los rendimientos decrecientes trataba de enseñar a sus discípulos de varias
universidades en las que trabajaba como docente. Eran esos principios, que él
aprendió en una institución educativa norteamericana, que le rememoraban que al
utilizar en forma creciente un elemento se disfrutan inicialmente de
condiciones de satisfacción que pueden disminuir al consumirse en forma
incontrolada.
En su memoria estaba el profesor Richard Leftwich
que en su clase de principios de Economía en la Universidad del estado de
Oklahoma se esforzaba por demostrar a sus alumnos todos los vericuetos de estos
conceptos, enseñando que lo que ocurría es que en estos procesos lo que
cambiaban eran los resultados diferenciales o marginales que paulatinamente se
obtenían.
*
Izquierdo es un docente que gozaba de una magnífica
reputación profesional y de la admiración de quienes lo rodeaban por constituir
un ejemplo de vida que muchos deseaban imitar.
En sus clases derrochaba excelencia técnica y en sus
diversas publicaciones señalaba caminos de sabiduría técnica que orientaban a
muchas generaciones. Muchos querían ser como él y copiaban sin ambages lo que
su maestro les ofrecía.
Al finalizar sus clases aceptó un día la invitación
de varios de sus estudiantes, quienes lo adulaban con frecuencia y lo hacían
sentir como el non plus ultra de su universo académico. Uno de ellos, llevando
la vocería de todos, le expresó:
- Maestro, queremos convidarlo a celebrar el éxito
de su curso y a compartir más informalmente sus inmensos conocimientos.
- Con mucho gusto, muchacho,
respondió J.E., tomando
de su bolsillo las llaves del vehículo que había estrenado hace pocos días.
Salieron todos contentos hacia un restaurante
cercano, conduciendo Izquierdo uno de los automóviles que raudamente
atravesaron las calles que rodeaban el centro universitario.
*
La reunión discurrió en medio de momentos de gran
camaradería y alegría, en los que no faltaron las constantes libaciones
acompañadas de la degustación de deliciosas comidas que solicitaron sin
restricciones.
Aunque el maestro recordaba todos los detalles de
ese día, hasta ese momento en su cama de enfermo, empezó a constatar con
frustración las asociaciones que podrían tener cada uno de esos instantes con
los principios que enseñaba en sus cátedras.
Recordaba que al empezar a consumir los primeros
tragos de licor y seguramente con pocos gramos de alcohol en los litros de su
sangre, comenzó a sentir una leve alegría y tenía una conducta apropiada,
aunque experimentaba ligeras sensaciones de torpeza porque notó que se le
enredó y cayó al suelo uno de los vasos de su mesa. Creyó ver en este estado el
comienzo del principio de los rendimientos decrecientes.
Posteriormente se sintió con mayor alegría y una
mayor desinhibición social porque empezó a hacer algunas actividades que
normalmente no desarrollaba en su vida, como arrebatar el micrófono a uno de
los cantantes del grupo musical que amenizaba la reunión. Obviamente con su
actitud y melodiosa voz deleitó a sus contertulios, quienes incrementaron sus
voces de adulación. Su satisfacción diferencial o marginal era cada vez mayor,
confirmando lo que sus bases teóricas le habían enseñado.
Este circunstancial éxito lo llevó a solicitar más
atenciones etílicas para la mesa, indicando que él se encargaría de cubrir
todos los gastos relacionados.
Con el creciente consumo no empezó a notar que
empezó a experimentar dificultades para hablar y caminar lo que todos los de la
mesa fueron sintiendo con diversas reacciones. “La satisfacción diferencial o
marginal empieza a disminuir, hasta llegar a un punto en el cual ya no se
incrementa o es nula, a pesar de que se siga consumiendo el mismo elemento”
*
De ahí en adelante es poco lo que se acuerda de esa
noche. Probablemente entró en ese estado de la ley de los rendimientos
decrecientes en el cual se dice que al utilizar más unidades del elemento, en
este caso los gramos de alcohol etílico soportable por su organismo, se llega a
un estado de escasa conciencia, apatía o inercia, con ausencia de reflejos y de
sensibilidad que los alcohólicos lo bautizan como laguna mental.
Sólo recuerda lo que le contaban al día siguiente de
la reunión algunos de sus amigos, quienes le dijeron que aunque le pidieron que
no condujera su flamante vehículo él insistió en hacerlo diciendo que tenía
postgrado en manejar bajo los efectos del licor, pues lo había hecho en otras
ocasiones.
Entre sueños recordaba ver luces de ambulancias y
escuchar retumbantes sirenas que en medio de su resaca parecían explotar su
cerebro. No necesitó que le dijeran más porque al escuchar noticieros radiales
oyó que existía un sentimiento de indignación en el barrio cercano a su casa
porque un conductor ebrio había causado la muerte de una persona y la invalidez
de dos más; más desconcierto causaba el hecho de saberse que el causante era el
eminente profesor que a todos deslumbraba con su digno proceder de siempre.
Pasó unos días horribles de resaca que a más de
fuerte dolor
de cabeza, fatiga, sed intensa, ardor de estómago, malestar general, visión
borrosa, acidez estomacal, temblores, diarrea, mareos, náuseas y hasta vómitos,
fueron más acrecentados con su “guayabo moral”.
Ya ni sus aduladores alumnos lo visitaron y sólo su mamá, fiel
respaldo en todo momento, lo acompañó y trató de darle motivación y
resignación.
*
Al verse reducido a su mínima expresión, llegando al
estado decreciente final J. E. perdió por completo el control sobre sus
reacciones y quiso acabar con su existencia.
Allá está sumido en su habitación hospitalaria, rememorando
las brillanteces de sus cátedras, las exitosas luminosidades de sus libros y
publicaciones y los espaldarazos de alumnos y compañeros que no cesaban de
ensalzarlo.
No podemos olvidarlo y dejarlo de ayudar en este
instante de su vida, pensando en que muchos seres humanos como él deben
aprender de esta reciente lección de su existencia.
Comentarios
Publicar un comentario