Ya son cerca de cuarenta años, cuando tuvimos la grata oportunidad de vincularnos en 1974, a un proyecto que llevaba a cabo la Universidad de Costa Rica (UCR) con el apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), mediante contrato desarrollado con financiación de una fuente internacional.
Una de las actividades de este contrato se dirigió al fortalecimiento de la Escuela de Economía Agrícola de la Facultad de Agronomía, campo intelectual que por ese entonces iniciaba su presencia en el país. Este fue un ingrediente básico de innovación para Costa Rica, por cuanto pretendía fomentar en esta nación una disciplina que se enseñaba hacía muchos años en países como los Estados Unidos y que también en otros como Colombia empezaba a desarrollarse.
Muchas personas que hoy no nos acompañan (por ejemplo los Drs. José Emilio Araujo y Heraclio Lombardo) unieron sus voluntades a las del Ing. José Alberto Torres y otros profesionales del IICA y los directivos de la UCR (cuyos nombres queremos recordar, agradeciendo a quienes nos ayuden a hacer memoria) para trabajar mancomunadamente en este propósito.
Cuando llegamos, compartimos labores con un grupo destacado de profesionales internacionales que trabajaban arduamente ( junto con distinguidos profesores costarricenses de la misma UCR), por el ideal mencionado. Entre los docentes del contrato UCR - IICA recordamos que técnicos como Heraclio Lombardo (Panamá), Elemer Bornemisza (Costa Rica), Eduardo Andrade (Ecuador), Francisco Montero (Costa Rica), Víctor Quiroga (Bolivia) y Alejandro Quesada (Costa Rica) desarrollaban labores docentes e investigativas de gran importancia. A esta selecta colectividad nos unimos con entusiasmo.
Informes detallados muestran la magnitud del esfuerzo hecho. Asignaturas y espacios académicos que se dictaron (todas con innovadores contenidos para la época, aplicados a la realidad costarricense), tesis y proyectos de grado asesorados, labores de proyección social realizadas y actividades universitarias efectuadas en este período de tiempo, revelan una dinámica que obtuvo frutos espléndidos y de gran valor para los y las estudiantes que se ayudaron a formar.
Recorrimos nuevamente los corredores de esta querida Facultad de Agronomía y apreciamos que aún se encontraban algunas de las placas (colocadas desde 1976) por medio de las cuales alumnos y alumnas eternizaron su sentimiento positivo por este proceso. Incluimos dos de ellas, como muestra, advirtiendo que hay otras más dedicadas a los profesores de aquellos momentos, que señalan algo que es muy especial en la loable actitud de los (as) alumnos (as) costarricenses de hablar el lenguaje de la gratitud y de mantener una cálida recordación a quienes les ayudaron a formar sus vidas.
Hoy vemos que todos (as) estos (as) “muchachos (as)” cuyas edades en la década del setenta apenas frisaban por los veinte años y que llegaban con entusiasmo a las aulas de su Universidad han desempeñado maravillosamente en casi cuatro décadas su papel ante la vida, siendo excelentes profesionales, creadores (as) y miembros especiales de nuevas familias y en esencia, honestos (as) y éticos (as) ciudadanos (as) de sus regiones de origen.
Ellos y ellas recibieron los conocimientos esenciales, a los que hacía referencia Einstein, pero con su capacidad creativa e innovadora los pusieron a prueba ante la vida y acrecentaron el acervo intelectual que se les entregó.
Recordamos que por lo menos en los dos grupos que rememoran estas placas había estudiantes de El Salvador (Freddy Altamirano), Panamá (Omar López), Venezuela (Ernesto Arroyo, Atahualpa Torrellas, Wilmer Crocker), República Dominicana (Gabriel Tejeda), España (José M. Maté) y obviamente Costa Rica, a quienes deseamos volver a ubicar y a saludar personalmente, junto a los de otros grupos de ese entonces.
Hemos visto que algunos han llegado a las máximas posiciones directivas de los sectores agropecuarios y de entidades públicas de relevancia en sus países (que han ocupado y desempeñado muy bien) y otros (as) han trabajado con eficiencia en el sector privado y en sus propias empresas, además de seguir incrementando adecuadamente su formación académica. No entramos a destacar, por ahora, nombres y realizaciones específicas en forma individual (que de todas maneras se encuentran por medio de los buscadores cibernéticos) hasta conseguir informaciones sobre todos (as) estos ilustres egresados con quienes quisiéramos volvernos a reunir con la gran amistad y cordialidad de siempre.
Pero de todas maneras registramos los logros y destacados avances de nuestros (as) queridos (as) exalumnos (as) Javier Flores Galarza, su esposa María del Milagro Mora y Gonzalo Barquero, a quienes hemos vuelto a encontrar recientemente en los fértiles senderos costarricenses. Por ellos (a) hemos sabido de las actividades de otros (as) más.
Supimos también tristemente que por lo menos dos integrantes de este grupo han desaparecido y están gozando de la gloria de Dios (los amigos JULIO GONZÁLEZ y MARIO BRENES). Paz en sus tumbas.
Por este medio manifestamos el interés de localizar a todos los profesores y estudiantes (hoy profesionales innovadores de éxito) que acompañaron estas labores en el tiempo de duración del mencionado proyecto que, gracias a la labor integrada de muchas personas, sembró las raíces de una enseñanza innovadora en economía agrícola latinoamericana que, hoy vemos en la respectiva página web, continúa con fortaleza en manos de otros (as) distinguidos (as) profesionales.
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